Mª José Sarrate. Ayudando al nacimiento de Clowns desde hace más de veinte años.

El Poder del Clown

Taller de Iniciacion al Clown con Mª Jose Sarrate: 2 y 3 de abril



En este mundo de locos el clown es el único que sabe cómo mantenerse cuerdo.

Mientras éramos niños, en casa, y quizás aún más en el colegio, se nos educaba para que fuéramos obedientes, para que fuéramos buenos, para que fuéramos estudiosos, responsables, educados, amables, generosos… y toda una serie interminable de palabras parecidas. Por supuesto también se nos educaba para que no fuéramos todo lo contrario, es decir; desobedientes, maleducados, luchadores, egoístas y otro largo etcétera. A algunos de nosotros casi nos consiguieron meter en vereda, a otros solo se les medio pudo domar, y a los demás, los mas rebeldes, se les dio directamente por perdidos; pero en cualquiera de los casos todos recibimos el mismo mensaje, y allí, en nuestras pequeñas mentes infantiles, aquello todo quedó grabado.

Luego pasó el tiempo y un día, así de pronto, alguien decidió que ya no éramos niños. Y entonces el discurso cambió por completo.

Ahora ya se trataba urgentemente de que fuéramos nosotros mismos, de que expresáramos nuestras opiniones, de que saliéramos al mundo a buscar nuestro lugar, de que nos rebeláramos, de no conformarnos, de luchar, de combatir, de que ganáramos nuestra independencia, de saber imponer nuestras ideas, de que se nos respetara y de hacernos respetar. Se trataba también de tener que sentir una, así llamada, paz interior, de que estuviéramos alegres y contentos, de no mostrar nuestras debilidades, de ser fuertes, felices y exitosos… y de toda otra serie interminable de cosas parecidas.

Y como consecuencia de ello, después de muchos años, así andamos ahora por la vida; siempre caminando por el estrecho filo que hay entre esos dos abismos, pensando equivocadamente que en el centro se encuentra la virtud. Dos abismos que nos grabaron en el alma bajo la sutil amenaza de la culpa. Por querer ser buenos y educados si nos dicen una vez algo que nos molesta, nos quedamos callados, si nos lo dicen dos veces quizás también, si nos lo dicen tres veces, entonces, para no parecer pusilánimes, consideramos que estamos en el derecho a enfadarnos, pero por supuesto no tanto como para que luego vayan y nos critiquen por tener mal carácter; y esto es solo por poner un ejemplo cualquiera. En casi todas las facetas de la vida vivimos siempre al cincuenta por ciento. No podemos desviarnos ni un milímetro de la ruta marcada, no solo porque el exterior nos juzga si lo hacemos, si no porque interiormente se nos despierta un malestar que ni aceptamos ni queremos afrontar.
Hemos ido a terapias, a psicólogos, a grupos de ayuda, hemos llorado, pataleado, protestado, nos hemos separado de nuestras parejas, hemos cambiado de trabajo, nos hemos ido a vivir al extranjero, lo hemos intentado todo, pero sorprendentemente seguimos repitiendo las mismas cosas, seguimos con las mismas viejas actitudes de siempre que lo único que hacen es despertarnos dolor, o en el mejor de los casos, aburrimiento, y ya, después de tantos intentos, casi hemos caído en el desánimo. Estamos a punto de arrojar la toalla porque estamos casi convencidos de que no hay manera real de atravesar esa maraña de ideas grabadas que nos impide vivirnos de manera espontánea, fuera del círculo cerrado de los hábitos.

Sin embargo, a pesar de todo esto, todos tenemos una profunda noción de que en nuestro interior se encierra algo mucho más grande de lo que habitual(mente) mostramos al exterior, algo realmente prodigioso, que, aunque se encuentra atrapado como un genio en su lámpara, pugna con todas sus fuerzas por salir. Y como todos tenemos esta profunda noción de inmensidad interior que no sacamos, pues todos en general vivimos, de un modo u otro, insatisfechos.
Y entonces es cuando viene el poder del clown a rescatarnos.

El clown es el Yo que se permite todo. Al ponerse una nariz roja se desembaraza de toda idea preconcebida de uno mismo. No se atiene a los límites impuestos por su mente ni actúa nunca de manera habitual. El clown se siente bien siendo como es; no busca aceptación ni pretende ser amado por los demás, porque el mismo es su propia fuente de amor. El clown se permite habitar todas las emociones y las expresa sin juzgarse y sin miedo a ser juzgado. En este sentido, el clown es como los fenómenos atmosféricos; sus acciones están más allá del bien y del mal, más allá de lo que es correcto o incorrecto. El clown no vive afectado por el pasado ni pre(ocupado) por el futuro, el clown vive solo en el aquí y ahora porque su personalidad es tan auténtica que el tiempo no le deja residuos.

La nariz roja se convierte así en nuestra salvadora, pues con ella puesta aflora todo lo que por virtud de nuestro Yo-idea no nos hemos permitido expresar, todo aquello que, por un proceso de censura interior, ha quedado retenido dentro de nosotros, ya sea en forma de energías reprimidas, emociones no vividas o ideas no expresadas. La nariz roja nos libera y nos proporciona la excusa perfecta para iniciar un viaje interior lleno de humor, de descubrimientos y de amor.

La búsqueda del clown no consiste en una gran catarsis donde uno un día suelta, con gran desgarro, todo lo que tiene retenido dentro. Eso podría ser en alguna medida muy liberador, pero desde ahí rara vez surgen los verdaderos cambios. La búsqueda del clown es un camino de sinceridad interior. La nariz roja nos permite recorrer ese camino sin violencia, con humor, con ingenuidad. A medida que caminamos de su mano las capas de la cebolla que nos aprisiona se van cayendo una a una, inexorables, y nos vamos quedando desnudos y vulnerables ante el mundo, y justamente por eso, nos sentimos libres. No hay nada que ocultar, nada que reprimir, ¿hay acaso en el mundo algo más bello? Ese es el verdadero poder del clown.

Te invitamos a que hoy des el primer paso.

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