Miguel fue mi maestro, mi amigo, con él descubrí el mundo de la pantomima y del clown. Miguel se ha ido para siempre y ahora más sola en el camino busco esa verdad del clown, tantas veces por él encontrada. Miguel me descubrió manipulando un ladrillo imaginario y desde áquel día no he parado en la búsqueda de la ingenuidad. Esa verdad, o lo "verdadero" que en escena puede
ser el éxito o el fracaso de cualquier intérprete. No necesariamente fracaso o éxito para el público si no para uno mismo, para la persona que ejecuta, que intenta emocionar. Emocionar sin su "yo" que le atrape, que le metamorfosee a su antojo.
Hay magníficos clown que realizan sus números en las pistas modernas de los teatros o en las calles más solitarias. Hay excelentes profesores que intentan transmitir la herencia poderosa de la nariz roja, por fin... a lo mejor...el clown es considerado un arte en la cultura de un país. País en el que cada uno de sus habitantes son artistas y el hecho de subirse a un escenario o pintar un cuadro es cosa de todos, pues debe ser innato el talento. ¡qué palabra!. TALENTO.
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